Juzgamos a los demás por sus caras, pensando que podemos ver su personalidad y sus sentimientos. ¿Tenemos razón en esto o nos están engañando nuestros instintos de la Edad de Piedra?
Este artículo forma parte de la revista ZEIT am Wochenend, número 15/2024.
La forma de la nariz de Charles Darwin casi cambió el curso de la historia científica. Robert Fitzroy, capitán del barco de reconocimiento HMS Beagle, En 1831 buscaba un “joven enérgico” que lo acompañara en la expedición a América del Sur. El joven Darwin se adelantó. Pero Fitzroy dudaba que un hombre con semejante olfato tuviera “suficiente energía y determinación” para hacer el viaje. Afortunadamente, las poderosas cejas de Darwin compensaron este déficit. Fitzroy llevó a Darwin con él en el viaje en el que Darwin hizo las observaciones que condujeron a la teoría de la evolución. Darwin escribió más tarde en su autobiografía: “Creo que entonces se convenció de que mi nariz se pronunciaba incorrectamente”.
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