Una nueva forma de estimulación cerebral podría mejorar la calidad de vida de las personas con enfermedad de Parkinson más que el método tradicional: no sólo reduce significativamente los síntomas, sino que también reduce la cantidad de medicación necesaria. Cómo funciona y qué riesgos plantea.
Una nueva forma de marcapasos podría controlar mucho mejor los síntomas de la enfermedad de Parkinson: la llamada estimulación cerebral profunda adaptativa (aTHS) puede reducir la duración de los problemas motores a casi la mitad en comparación con la estimulación cerebral profunda continua (cTHS), según escribió un grupo de investigación. Dirigido por Karina Ohrn-Vaughn de la Universidad de California, San Francisco En la revista “Medicina Natural”. Sin embargo, el grupo solo probó el proceso como prueba de concepto en cuatro personas, cada una de las cuales utilizó ambos tipos de estimulación cerebral profunda (ECP) durante aproximadamente un mes.
El presidente de la Sociedad Alemana de Neurología (DGN) habla de un “hito”: “Este estudio abre el campo y lo hace avanzar significativamente”, afirma Lars Timmermann, director del departamento de Neurología del Hospital Universitario de Marburg.
¿Qué pasa? En la enfermedad de Parkinson, que se estima que afecta a entre 200.000 y 400.000 personas sólo en Alemania, mueren las células nerviosas del cerebro que producen el neurotransmisor dopamina. Los síntomas típicos incluyen temblores, rigidez muscular y alteraciones del movimiento.
El tratamiento suele basarse inicialmente en medicamentos destinados a reemplazar el neurotransmisor dopamina. Además, se utiliza la estimulación cerebral profunda, también conocida como marcapasos, pero normalmente sólo cuando la medicación no ayuda adecuadamente contra los trastornos del movimiento. Según Timmerman, el procedimiento también puede tener sentido mucho antes, a menudo a partir del cuarto año de enfermedad.
En la estimulación cerebral profunda, se implantan electrodos específicos que utilizan impulsos eléctricos en un área específica del cerebro, llamada ganglios basales, para evitar que grupos de células allí se activen armoniosamente de manera patológica, desencadenando así síntomas típicos como rigidez y temblores. “La estimulación cerebral profunda puede mejorar significativamente la calidad de vida de las personas afectadas”, afirma Timmerman.
Sin embargo, los impulsos actúan constantemente, por lo que dependiendo de la fase activa del fármaco en cuestión, pueden tener un efecto muy fuerte o muy débil, también porque la gravedad de los síntomas puede variar significativamente.
Control mediante implantes en la corteza motora
Timmerman compara el proceso con un coche que viaja constantemente a 80 kilómetros por hora. “Es muy rápido en la ciudad y un poco lento en la carretera”. Sería beneficioso utilizar algún tipo de sistema de control de velocidad que pueda adaptar la velocidad al entorno en cuestión.
A diferencia de los marcapasos tradicionales, la estimulación cerebral profunda tiene como objetivo garantizar que los impulsos eléctricos del cerebro se utilicen sólo en la medida en que son necesarios en ese momento, ni más ni menos si es posible. Esto lo garantizan implantes que se implantan en la corteza motora de los hemisferios cerebrales, registrando constantemente los síntomas allí y deduciendo de ahí cuánta estimulación se necesita para regularlos posteriormente.
Un equipo de San Francisco identificó los beneficios de este enfoque en un proyecto piloto con cuatro hombres que habían sido pacientes durante 10 a 15 años. Primero se les pidió que indicaran qué síntoma de la enfermedad de Parkinson les molestaba más: en tres de los cuatro pacientes, estos síntomas eran movimientos lentos o bradicinesia en términos técnicos.
En un procedimiento ciego, los participantes utilizaron ambas formas de DBS durante un mes cada una. La duración de los síntomas más molestos se redujo aproximadamente a la mitad con la estimulación adaptativa en comparación con la estimulación cerebral profunda continua, y la autoevaluación de la calidad de vida de los participantes aumentó significativamente.
“El gran cambio en la estimulación cerebral profunda adaptativa es que ahora podemos determinar en tiempo real dónde se encuentra un paciente en la escala de síntomas y compararlo con la dosis exacta de estimulación requerida”, dice el coautor del estudio Simon Little. El equipo identificó por primera vez, entre otras cosas, en qué parte del cerebro se podía determinar mejor la gravedad de los síntomas, sin la interferencia constante de los pulsos del marcapasos en el cerebro. El hallazgo (la corteza motora) probablemente sea transferible a otros pacientes con Parkinson.
Además, el grupo liderado por el neurocientífico alemán Ohren desarrolló un algoritmo para cada uno de los cuatro pacientes basado en inteligencia artificial con el fin de determinar continuamente la estimulación óptima a partir de señales provenientes de la corteza cerebral. En la imagen de un coche, se trata de un sensor que registra constantemente el entorno y le indica al control de crucero a qué velocidad se puede conducir el coche en ese momento.
Se requiere mucha menos medicación
Este solo paso (definir el algoritmo) llevó de uno a seis meses para cada paciente, escribió el grupo. “En la actualidad, sigue siendo un auténtico trabajo manual”, afirma Timmerman. Pero está convencido de que el proceso se puede automatizar. Paralelamente, apunta al desarrollo de los implantes cocleares: aquellas prótesis auditivas que registran la información sonora en la cóclea, la transmiten en impulsos eléctricos y estimulan así directamente las neuronas.
El resultado fue impresionante no sólo porque los síntomas mejoraron drásticamente, sino también porque la dosis necesaria de medicación se redujo drásticamente: según Timmerman, incluso un marcapasos natural podría reducir la cantidad de medicación necesaria para el Parkinson entre un 40 y un 50 por ciento. En el estudio, la estimulación cerebral profunda adaptativa redujo significativamente la dosis requerida en comparación con la estimulación convencional en los cuatro pacientes, y en tres de los cuatro hombres a aproximadamente la mitad.
Sin embargo, el equipo informó que un participante experimentó un efecto secundario grave: se produjo una infección cuando se implantó un electrodo en la corteza motora. El implante tuvo que ser reemplazado. Sin embargo, Timmerman dice que este riesgo es manejable: las infecciones sólo ocurren en aproximadamente el tres por ciento de las operaciones de DBS.
El nuevo procedimiento se está probando actualmente en los Estados Unidos en un grupo más grande de 25 personas que padecen la enfermedad de Parkinson y distonía, un trastorno del movimiento neurológico. “Este es el futuro de la estimulación cerebral profunda”, afirma el neurocirujano Philip Starr, uno de los líderes del estudio. Habla de “una nueva era de terapias neuroestimulantes”. Timmerman es más cauteloso: primero, este enfoque debe probarse en un mayor número de pacientes, especialmente durante períodos superiores a un mes.
Si se confirma el efecto y se aprueba rápidamente el procedimiento, podría llegar al mercado en un plazo de cuatro a cinco años, estima el experto. Las personas con la enfermedad de Parkinson, cuyos síntomas varían especialmente, pueden beneficiarse especialmente de esto; Este es el caso, entre otras cosas, de las mujeres. ¿Qué pasa con los costos? La estimulación cerebral profunda tradicional cuesta actualmente unos 50.000 euros por paciente, afirma Timmermann. La elevada cantidad se amortizará al público en general en unos pocos años.
dpa/vm
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