En 1982 se presentó en los cines argentinos una comedia triste, como “Plata dulce” y “Der süße Zaster” en alemán. En ese momento, la nación sudamericana todavía estaba bajo una brutal dictadura militar. Los generales aterrorizaron a la gente, mientras que al mismo tiempo desestabilizaban la economía. Entonces, la película cuenta la historia de dos empresarios: uno que intenta mantener su fábrica en funcionamiento, el otro, un combustible militar, la especulación financiera, el dinero fácil de ganar, dulce, dulce paga.
La película fue un gran éxito, pero no terminó bien en el cine ni en la vida real. En 1983, los comandantes regresaron al ejército, pero murieron 30.000 y quedó una gran deuda. Desde entonces las cosas han ido cuesta abajo, con solo tres quiebras nacionales en alta inflación, capital y nuevo milenio. Casi la mitad de los argentinos que alguna vez fueron ricos ahora viven por debajo del umbral de la pobreza. Incluso la palabra “dinero dulce”, de hecho solo simbólicamente, ha sido durante mucho tiempo una triste realidad.
La foto del paquete completo con 400 caramelos de menta recientemente causó revuelo en Internet porque tenía un logotipo clave: “Apto para el cambio”. Para muchos argentinos, este billete fue un aumento más de un hecho agotador en su vida cotidiana: de hecho, los quioscos y minisupermercados del país tienen más dulces que monedas.
La razón de esto es la inflación: en Argentina, el valor de la moneda nacional está cayendo más rápido que en cualquier otro lugar del mundo. Hace diez años te salían seis pesos por un euro, el año pasado eran 76 y hoy son 116, el precio oficial, recuerda, porque las casas de cambio ilegales ya se acercan a los 200.
Los centavos, que en realidad constituyen la unidad más pequeña de la moneda nacional, desaparecieron hace mucho tiempo y las monedas de peso son cada vez más escasas. Muchos compradores no quieren dar por sentado el cambio, lo que solo empeorará las cosas y hará que el mañana sea aún menos. Así que envuélvelos, o van por los dulces: “No monedas“Lo siento, no hay monedas”. ¿Podría ser un caramelo en su lugar?”
A muchos argentinos les molesta esto porque los productos del azúcar funcionan como sal en las heridas de la locura económica. Otros, en cambio, prefieren guardar caramelos absorbentes en el bolsillo antes que utilizar el dinero de la cartera para comprar cada vez menos. Sin embargo, según investigadores argentinos, los postres no son una mala inversión porque pierden su valor menos rápido que otros alimentos.
Siempre hay en el campo: la vida es un tango, a veces amargo, a veces azucarado. “Dinero, dinero, dinero”, cantaba el gran Alberto Podestá, “¡Maldita sea! Un grito despectivo de todos los que tienen que vender su corazón por ti”. El hombre que era rico ayer es pobre hoy, y al final todo lo que queda es el sabor pálido de los sueños rotos.
Todos los que tienen menta en el bolsillo están felices por momentos como este.
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