Aunque muchas personas suponen que la esperanza de vida en general está aumentando, hay un factor importante que la hace disminuir: la obesidad. Una cuarta parte de los adultos son obesos, con un índice de masa corporal de 30 o superior, lo que aumenta el riesgo de desarrollar diversas enfermedades y acortar la vida en más de diez años.
La epidemia mundial de obesidad empeora cada año; En Alemania, aproximadamente el 70% de los hombres y más de la mitad de las mujeres están infectados. Esto es paradójico porque el mercado está lleno de dietas y programas de adelgazamiento. Sin embargo, la mayoría de las dietas fracasan y muchas personas sufren el notorio efecto yo-yo en el que ganan más peso después de hacer dieta que antes.
Los expertos en nutrición van revelando poco a poco las verdaderas razones de esto. Desafían la ecuación convencional de que la obesidad ocurre cuando se consumen más calorías de las que se queman. Andrew Greenberg, profesor de la Universidad de Tufts y de la Escuela Friedman, compara esta visión simplista con la idea errónea de que la fiebre se debe simplemente a un desequilibrio de temperatura.
Los estudios muestran que el nivel de actividad física no es el principal consumidor de calorías, sino el cerebro, que consume alrededor de una cuarta parte de la energía total, aunque sólo representa el 2 por ciento del peso corporal. Estos requerimientos de energía son principalmente necesarios para procesos inconscientes como la producción de hormonas y la regulación metabólica, no para el esfuerzo mental consciente.
Además, los estudios refutan la suposición de que un estilo de vida sedentario conduce directamente a la obesidad. Los investigadores descubrieron que las necesidades calóricas de los estadounidenses y de una tribu africana de recolectores son similares, aunque sus estilos de vida difieren mucho.
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