Recientemente hablé con un teórico de la conspiración de trenes regional. Me dio galletas. Pude decir no a las galletas, pero no a la conversación. De mala gana y al mismo tiempo sonreí dulcemente y me quité los auriculares. Le tomó menos de dos minutos hablar sobre el 11 de septiembre y luego habló de su exnovia que quería “contarle” delitos penales. Coqueteó conmigo y me preguntó si podía tener mi número. Todo mi cuerpo estaba tenso y era difícil decir que no. La conversación sólo se detuvo cuando tuvo que salir.